En una entrada anterior, presentaba el ensayo The Lessons of History de Will y Ariel Durant, y dejaba para esta segunda entrada, la parte referente a la moralidad, la economía y la política; la que probablemente haya sido la parte más reveladora para mí.
Moralidad y religión
Podemos definir la moralidad como las reglas que rigen a los miembros de una sociedad para ser consistentes con su orden, seguridad y crecimiento. Y la afirmación quizás más impactante que hacen los Durant aquí es que solo un conocimiento escaso de la historia nos haría pensar que los códigos morales son prescindibles, pues muchas veces se contradicen, dependiendo de la época y el lugar. Ellos lo rehusan argumentando que los códigos morales son universales y necesarios, pero adaptados a cada época económica que se haya vivido; y en cada adaptación es probable que se dé que lo que antes era una virtud, ahora será un vicio.
Cuando el ser humano era cazador, en la época anterior a la agricultura, la incerteza de los peligros y del hambre, hacía que la brutalidad, las violaciones y el asesinato estuviesen bien vistos para poder mantener la supervivencia del grupo. En el paso a la agricultura, allá por el Neolítico, la laboriosidad se hizo más importante que la valentía; y la regularidad o el robo fueron más provechosos que la violencia. Durante quince siglos, en los que apareció el Cristianismo en Occidente, la moral de la agricultura exigía casarse temprano (para poder emanciparse de la autoridad patriarcal), la economía familiar era muy colaborativa y dependiente del grupo, los trabajadores eran precoces (eras igual de útil con 14 que con 30 en el campo), se exigía castidad pre-matrimonial (le aseguraba a la mujer que ella y sus hijos no estarían indefensos sin un núcleo marital) y la posición de liderazgo de los hombres se imponía por su fuerza física para las labores más duras. Esto que hoy nos puede parecer retrógrado y casposo, parece responder a unas cualidades necesarias en el pasado para la supervivencia. Después llegó la Revolución Industrial, en ella la edad del matrimonio se retrasó, la castidad resultó innecesaria, las mujeres comenzaron a emanciparse económicamente y la familia dejó de ser el sustento del individuo al crecer el individualismo de la industria. Además, el acceso a la educación cuestionó los credos religiosos. Aunque parezca que la Revolución Industrial fue hace muchos años, fue ayer si la comparamos con todos los siglos de Historia, no representa ni el 2% del tiempo de existencia del ser humano. Esto hace que nos encontremos en un momento de transición de un código moral a otro. Nuestro conocimiento y patrones genéticos no han podido actualizarse todavía con nuestros nuevos hábitos. Actualmente nos encontramos en una sociedad más individualista, con menos disciplina y muy separada de la moral de antaño debido a la libertad económica en la que vivimos, que genera abundancia e independencia.
¿Dónde entra la religión en todo esto? Desde el punto de vista la Historia, defienden los autores, Dios no se corresponde con un ser supremo e inteligente, sino con la creatividad de la Naturaleza. La Naturaleza no entiende el bien y el mal como los entedemos nosotros, sino como que lo bueno es lo que sobrevive y lo malo lo que no. La religión inicialmente no tuvo nada que ver con la moral. En un mundo desigual, como vimos en la entrada anterior, la única esperanza de los pobres o desvalidos es la fé sobrenatural. Esta fé ha permitido mantener en equilibrio y estabilidad muchas civilizaciones. En las épocas en las que la fé, o cualquier miedo sobrenatural, desaparece, emerge una revolución de clases, como se ha visto demostrado a lo largo de la Historia. El poder y un dogma para las masas van de la mano, en caso contrario no se aguantaría.
La religión y el puritanismo prevalecen en periodos en los que las leyes son débiles y existe la desigualdad de clases; mientras que el escepticismo y el “paganismo” crecen en tanto que las leyes son más justas y los gobiernos se alejan de la religión sin que se ponga en peligro la estabilidad de su nación. Sin embargo, para los autores, la religión tiene una función moral que contiene a los excesos derivados de la libertad. Los historiadores advierten de que no existe un ejemplo significante en la historia donde una sociedad pueda mantener un orden moral sin la presencia de la religión. Probablemente, nuestros excesos actuales vayan a traer en el futuro algún tipo de reacción donde algún dogma reviva gracias a acciones tales como que padres ateos busquen la disciplina de las escuelas católicas para la educación de sus hijos (como sucedió en Francia después de la Revolución), y es que hasta los países más progresistas de hoy en día (como Estados Unidos o Francia) se han divorciado en las instituciones de la Iglesia, pero han mantenido la religión en su sociedad para conservar el orden social. Solo el caso de Rusia, en la época de su Revolución, hubo un divorcio de la Iglesia tanto en las instituciones como en la sociedad, pero no nos engañemos, la religión ortodoxa fue sustituída entonces por el Comunismo, como la esperanza de la clase obrera. Mientras exista la pobreza, habrá Dioses, o eso parece.
Economía
La Historia de la Humanidad se ha visto siempre conducida por la ambición y el comercio. Aunque las masas se muevan por fervor religioso o nacionalismo patriótico, la mayoría de sus líderes tienen intereses (ocultos) económicos. Dado que ciertas habilidades y condiciones necesarias para el progreso se hayan en una minoría de las personas, es normal que veamos que la riqueza se ha concentrado siempre en ciertas minorías. Esta concentración depende de las leyes económicas de la sociedad en ese instante de tiempo. Cuando la fuerza de la mayoría pobre es superior a la riqueza de la minoría rica, es cuando se produce o bien una redistribución de la riqueza mediante leyes tributarias o bien mediante una revolución. Y esto se repite una y otra vez. Lo hemos visto en la reforma de Atenas de Solón, en la Roma de Tiberio Sempronio Graco o en el gobierno de Estados Unidos de 1960. Y aquí una de las mejores reflexiones del ensayo: La concentración de riqueza es natural e inevitable, y es periódicamente redistribuída de manera pacífica mediante legislación o mediante revueltas violentas. La codicia humana debe tenerlo en mente.
Y es que de tipos de gobierno e impuestos trata la segunda mitad del ensayo. Los autores afirman que el capitalismo tiene una función creativa y productiva en la Historia, pues convierte los ahorros de la gente en producción bajo la promesa de intereses suculentos. Sin esta financiación, no habría sido posible ninguna revolución industrial en los cortos plazos en los que ha tenido lugar. Además, el grado de eficacia y optimización de los procesos dirigidos por la avaricia del hombre de negocios va a ser muy superior a la de un funcionario público, para el que la ley de la oferta y la demanda no entra en escena. Sin embargo, la avaricia de algunos puede generar abusos, manipulación de precios y riquezas irresponsables. Por ello, desde los sumerios a los egipcios se han probado diferentes experimentos donde el Gobierno controla la economía para luchar contra estos abusos, en lo que hoy llamaríamos socialismo. Algunos han tenido más éxito que otros. Las críticas recurrentes han sido que “los impuestos a la industria hacen mantener a los vagos e incompetentes, así como que la naturaleza humana es corruptible y hace impracticable que el gobierno controle la industria”. Por ello, sostienen que el equilibrio es necesario, pues el capitalismo estimula con la idea de propiedad privada, produciendo bienes en abundancia y óptimamente; mientras que unos impuestos elevados permiten llegar a la idea más próxima de igualdad social, pagando con ellos servicios de salud, educación y justicia para los individuos menos favorecidos. El equilibrio de ambos es positivo pues el miedo al capitalismo ha hecho al socialismo aumentar la libertad (que no es muy común en régimenes tradicionalmente denominados socialistas) y el miedo al socialismo ha hecho que el capitalismo tenga cuidado por la igualdad.
Gobierno
Y es que la libertad del individuo en sociedad requiere de ciertas regulaciones en su conducta, lo que hace por definición que la libertad no sea libre, es una utopía. Esto explicaría por qué la mayoría de gobiernos son oligarquías (gobernados por unos pocos). Estas minorías pueden ser elegidas por nacimiento (aristocracia), por religión (teocracia) o por riqueza (la mayoría de las democracias actuales). Si la mayoría de las habilidades están concentradas en una minoría de los individuos, un gobierno de minorías es tan inevitable como la concentración de la riqueza, y parece que lo máximo a lo que se puede aspirar es cambiar de una minoría a otra. Y es que en cierta medida, el tiempo y el coste de formación requerida por un dirigente competente es incompatible con los recursos que la mayoría de las familias puedan tener. Esto es completamente injusto, lo que hará que junto a la combinación de una serie de circunstancias (anteriormente citadas) haga saltar una chispa en una mayoría pobre, que transformará, mediante una revolución, a unos pocos pobres en nuevos ricos y a unos viejos ricos en todavía más ricos, para volver al mismo punto de partida, destruyendo por el camino la riqueza más que redistribuyéndola. Es curioso el caso de Atenas: Durante la época de Pericles, allá por el 460 a.C, la aristocracia consiguió el control de Atenas posterior a una monarquía, en una época dorada para las artes y las ciencias. Con la muerte de Pericles, el demos, o lo que sería en el siglo XX la clase obrera, toma el poder condenando a muerte a gran parte de la oligarquía e instaurando una nueva democracia. Durante una época, reinó la falta de “moralidad” y el caos, los nuevos dirigentes ganaron mucho dinero y con el paso de los años Atenas prosperó a nivel comercial, en una carrera por ganar dinero (pleonexia) que hizo tangible una gran diferencia de clases. La clase baja organizó conatos de revolución. El estallido social fue tal, que las nuevas clases ricas prefirieron la entrada de Felipe de Macendonia para controlar las revueltas y mantener sus riquezas, regalando la democracia ateniense a una dictadura macedónica. La rueda ateniense pasó de monarquía, a aristocracia, democracia y dictadura en no tantos años. Por los mismos estados pasó Roma allá por el 300 a.C, donde la monarquía acabaría siendo restaurada tras la democracia romana.
En la historia, la monarquía y otros gobiernos aristocráticos tienen la mayor proporción de tiempo acumulado, mientras que las democracias no alcazan a acumular un porcentaje significativo de la Historia, pues siempre han durado muy poco. ¿Cuáles pueden ser los ingredientes de una democracia exitosa? Aquella que da muchas oportunidades laborales y permite la libertad del individuo (tenga extensión de territorio para permitirle vivir lo más aislado y, por tanto, libre posible); además de tener una industria fuerte que no la haga depender de otras naciones, y que por su ubicación esté lo más aislada y segura posible de ataques de otros países, entre otros factores en los que se incluye la educación y el sufragio. Un ejemplo tradicional ha sido el caso de Estados Unidos. Sin embargo, parece condenada a la misma rueda que Atenas y Roma, pues actualmente la gente vive concentrada en ciudades, donde pierde parte de su libertad de individuo, ya no existe terreno gratis que habitar, ni independencia económica en las clases medias, ni asistencia sanitaria para ellas. El país no es plenamente autosuficiente y desde la Guerra Fría (con misiles intercontinentales) su aislamiento geográfico ya no lo hace seguro. La economía se hace más compleja e inaccesible, lo que deriva que la concentración de riqueza se intensifique, así como el poder político. Las masas se mueven por fervor religioso o patriótico, lideradas por minorías ricas con intereses económicos. Parece claro que o existe un sistema recaudatorio que permita el acceso a todos los individuos a las mismas oportunidades en trabajo, educación y sanidad, o llegará un momento que el desorden será tal que aparecerá algún candidato autoritarista que prometa restablecer el orden, la economía y la seguridad con un mandato marcial que acabe con la democracia, como se ha visto repetido una y otra vez en la historia, y que se ha temido durante el asalto al Capitolio. Ni os cuento en el caso de España.
Progreso y decadencia.
La civilización puede ser definida como un orden social que fomenta la creación cultural. Entiéndase “orden” social como orden político mediante leyes y códigos morales y “orden” económico como la producción y exportación; así como “creación cultural” como la libertad y acceso a expresión, ideas, maneras, artes y educación. Nuevas civilizaciones aparecen y otras desaparecen bajo unas circunstancias. Nada garantiza que el pasado se vaya a repetir en el futuro, pero hay ciertos patrones que evidencian cierta correlación (aunque no causalidad). Parece que una civilización aparece o llega a florecer cuando es capaz de sobreponerse a ciertos retos. Si existe creatividad, energía y voluntad suficiente por sus individuos para afrontar dicho reto, entonces esa civilización destacará. Si los líderes de una sociedad no son capaces de encontrar solución a esos nuevos retos, entonces esa sociedad está condenada a marchitarse.
¿Cuáles son esos retos? A lo largo del artículo hemos ido dibujando algunos, pero son muchos y variados. Cambio climático, digitalización, instituciones, desigualdad, sistema tributario, migración, etc.
Si un gobierno se excede con los impuestos, la inversión de capital se irá, y habrá menos estímulos para la producción. La inexistencia de un sistema tributario justo también podría desencadenar en una guerra de clases. El exceso de importación puede hacer perder muchos empleos. La concentración de habitantes en las grandes ciudades puede aumentar la pobreza como el riesgo de revueltas. Según crece la economía, la sociedad se dividirá en una minoría con acceso a la cultura y una mayoría desafortunada para desarrollar formaciones académicas superiores. Esta mayoría de habitantes no será capaz de hacer autocrítica, no tendrán acceso a la independencia económica, no pensarán por sí mismos, no entenderán la necesidad de la filosofía, serán carne de cañón para cualquier populista y habrá una revolución que pueda comenzar el declive de la civilización.
Según el acceso a la educación aumenta, los credos pierden adeptos, se pierde el miedo a las supersticiones y a lo sobrenatural; y el código moral pierde fuerza. Sin el poder de la religión controlando a los pobres, se creará mucho desorden e inestabilidad, que pueden ser aprovechados por otras potencias para hundir a ésta. Lo mismo que una tasa de natalidad negativa o inferior a otras civilizaciones. Aunque si la tasa de natalidad es muy grande en un territorio pequeño, como el de la mayoría de los países de Europa, es un problema serio también por recursos y educación.
Al final, los retos son muchos y por desgracia no todos los líderes están a la altura de resolverlos. Y es que hemos hablado del individualismo (e inmediatez) que aparece ligado a la industria y a las grandes ciudades, pero existe también un ombliguismo intelectual en el siglo XXI que se piensa que nuestros problemas son derivados exclusivamente de la sociedad moderna, aunque lleven apareciendo recurrentemente durante nuestra historia, como venimos de demostrar con esta entrada. Muchas respuestas están en los clásicos, pues ellos son capaces de dar respuesta a la mayoría de los problemas económicos y existenciales de hoy en día, en vez de caer en los mismos fallos una y otra vez.
Y es que una civilización perdura en lo que seamos capaces de divulgar generación tras generación su aprendizaje. En el momento que una generación no transfiera este aprendizaje a la siguiente, esa civilización habrá desaparecido. La educación se trata de esto mismo, no memorizar fechas de escritores renacentistas o nombres de afluentes y ríos, sino de preparar al individuo para dejar su huella en el mundo mediante la transmisión hereditaria de un conocimiento moral, técnico e histórico, lo más completo posible a la mayor audiencia posible.
Como me excusaba en la entrada anterior, siento no poder ilustrar con ejemplos cada una de las tesis aquí expuestas, pero es muy difícil condensar tanta información en tan poco espacio. Si has llegado hasta este punto del artículo, está claro que tienes cierto interés en estos temas y que, sin duda, deberías leer el ensayo completo.